A partir de 1947 la Iglesia Católica de Polonia fue víctima de una persecución implacable. Los sacerdotes fueron encarcelados y todas las escuelas, seminarios, orfanatos, hospitales y organizaciones benéficas católicas fueron clausurados. El Vaticano rompió relaciones con el régimen comunista y reconoció al gobierno polaco en el exilio.
Con el Concilio Vaticano II, la Iglesia inició un proceso de revisión y transformación. El Vaticano cambió su política internacional y restableció relaciones con países con los cuales había roto. 2.000 años de sabiduría acumulada les sirvió para darse cuenta de que al romper relaciones con los países se privaban de la capacidad de influir y de contribuir para que se generaran cambios. Pablo VI reconoció al gobierno en el exilio y restableció relaciones diplomáticas con el gobierno comunista. (Eso equivaldría hoy a que el Papa Francisco desconociera expresamente a Guaido y reconociera a Maduro).
Todo eso ocurrió bajo la protesta más enérgica de la iglesia polaca víctima de la más terrible persecución.
Cuando Karol Wojtyla, sacerdote polaco que había sufrido por 50 años al régimen comunista, se convirtió en Juan Pablo II todo el mundo pensó que el Vaticano rompería relaciones con el régimen comunista, pero no sucedió.
El 18 de Junio de 1983, dos años después de que el régimen polaco aprobara la “Ley Marcial”, con la cual habían asesinado y encarcelado cientos de dirigentes políticos y sociales, para horror de mucha gente, el avión del Papa Juan Pablo II aterrizó en Varsovia y un carro lo trasladó al palacio de Gobierno donde lo esperaba el general Wokciech Jaruzelski, jefe del Gobierno comunista polaco, uno de los más abominables del Bloque Soviético, cruel y violador de derechos humanos.
En la historia, nunca ha habido un encuentro más largo entre un jefe de Estado con el Papa.
¿Qué pasaría si el Papa Francisco aterriza en Maiquetía y se dirige de inmediato al Palacio de Miraflores a reunirse con Maduro?
En su visita a Polonia, el Papa no dijo una palabra en contra del régimen. Tadeusz Mazowiecki, hombre muy católico y principal asesor del líder opositor Lech Walesa, fue uno de los mayores críticos del Papa: “El Papa no dejaba de citar en sus discursos frases sobre la necesidad del diálogo y el consenso, pero, ante un público que deseaba escuchar acusaciones contra el régimen”.
El último día de la visita papal, Mazowiecki finalmente entendió lo que fue a hacer el Papa: “La derrota moral de la sociedad polaca ha quedado superada con la visita del Papa".
Radoslaw Sikorski, en sus memorias, dijo años después: “Con la visita del Papa nos dimos cuenta, por primera vez, que nosotros éramos más numerosos que ellos”.
En 1988, con intermediación de la iglesia, gobierno y oposición llegaron a un acuerdo secreto. Se celebrarían elecciones parlamentarias. El Partido Comunista presentaría candidatos para todos los cargos a elegir, pero la oposición solo podría presentar candidatos en el 35% de las circunscripciones.
El parlamento tenía que escoger al Presidente de Polonia y elegiría a Jaruzelski. A éste le correspondería elegir como Primer Ministro al líder de la oposición Tadeusz Mazowiecki. Dentro del acuerdo Jaruzelski conservaría el Ministerio del Interior, de Defensa, Transporte y Comercio Exterior, a Mazowiecki le corresponderían los ministerios de la economía y los relativos a los servicios sociales.
El líder político Eduardo Fernández fue testigo de excepción de ese proceso porque, siendo Presiente de la Internacional Demócrata Cristiana y de Centro (IDC) para aquel momento, fue invitado a participar en el proceso y tuvo oportunidad de asistir a reuniones con el Papa Juan Pablo II, con opositor Lech Walesa, con Mazowiecki, primer jefe de gobierno de la transición democrática y con el propio Jaruzelski, jefe del gobierno comunista.
Cuenta Fernández que en un principio había mucho escepticismo sobre la reacción de Walesa frente a una propuesta que implicaba que el partido comunista se aseguraría 65% del poder legislativo, pero frente al ofrecimiento la respuesta del líder polaco fue: “Si nos hubieran ofrecido elegir a un solo lo hubiéramos aceptado. Queremos ejercer la democracia, queremos contarnos, queremos que nos den la posibilidad de construir una alternativa democrática aunque sea para elegir a un solo miembro del congreso”. Walesa no dijo: “en esas condiciones no podemos participar”.
La derrota de Jaruzelski fue total. Solidaridad ganó el 100% de los cargos en los que pudo participar. La derrota se convirtió en definitiva cuando los diputados del Partido Campesino, antiguo aliado del Partido Comunista, se unieron a solidaridad junto con diputados comunistas reformistas. La nueva coalición democrática terminó siendo mayoría.
Para sorpresa del mundo entero y a pesar de fuertes presiones por parte de miembros del Partido Comunista, Jaruzelski aceptó los resultados.
A pesar de que con la nueva mayoría se podían coger todo, los líderes de solidaridad mantuvieron el esquema que había diseñado “El Monstruo”. Varios diputados de la oposición no se hicieron presentes en la sesión, el Congreso eligió a Jaruzelski, éste eligió a Mazowiecki como Primer Ministro y Mazowiecki constituyó un gabinete con 12 ministros de solidaridad, siete de los partidos desertores del Partido Comunista y los cuatro ministros comunistas que habían acordado.
Años después Mazowieki dijo: “El partido comunista no podía estar en la oposición. No era una opción, ya que tenían una influencia decisiva sobre el aparato de seguridad y las Fuerzas Armadas”.
La madurez del liderazgo opositor en Polonia hizo que, a pesar del triunfo, siguieran apuntando al objetivo superior, al trascendente: lograr una transición a la democracia en paz, que permitiera la reunificación del país y el progreso y el bienestar de una población que había sufrido dos guerras mundiales y medio siglo de comunismo.
En 1989 Solidaridad, en medio de diferencias internas, se desintegró y Aleksander Kwasniewski, quien había sido dirigente del Partido Comunista y Ministro en el último periodo de Jaruzelski, le ganó a Walesa las elecciones presidenciales. Durante su gobierno creció la economía, se reactivó la producción y se resolvió el problema de pobreza extrema. Polonia se convirtió en el país más estable y próspero de los países del bloque soviético.
A Kwasniewski le tocó jugar un papel importante desde el inició como representante del gobierno en el proceso de diálogo. Cuenta que en las primeras conversaciones la oposición pedía todo y en una oportunidad les dijo: “Miren, yo sé que las luchas por el poder son complicadas. Pero ¿Por qué es tan difícil renunciar al poder?”. “Para mí era evidente que el diálogo entre la oposición y el gobierno suponía que, como mínimo, tendríamos que compartir el poder”.
La nota característica de la transición polaca es que nadie se le quiso imponer al otro. Las partes dialogaron y acordaron cosas en secreto. Los líderes políticos entendieron que la transición no se iba a dar producto de un proceso democrático de consultas, sino que les correspondía a ellos tomar decisiones personales con coraje, siempre poniendo el interés de su pueblo por delante.
Aleksander Kwasniewski: “En todas las transiciones existe un elemento de revolución, un elemento de venganza, un deseo de sancionar a los representantes del ancien regime para sentir que se ha producido un cambio de verdad. A mi modo de ver, la evolución requiere más tiempo, pero siempre es mejor y menos costosa que la revolución”.
El Papa fue a Polonia a iniciar una revolución sin odio, tanques, ni aviones, pero sí de valores incompatibles con el régimen. No fue a combatir al régimen con sus propias armas. Fue a ahogar el mal con abundancia de bien y lo ahogó. Apenas cuatro meses después de su visita, Jaruzelski abolió la Ley Marcial y el régimen comunista inició su proceso de extinción. Detrás de Polonia, cayeron el resto de los satélites y de la propia Unión Soviética sin derramar una gota de sangre en la mayoría de los casos.
En la última entrevista que le hicieron a Jaruzelski dijo: “Que Polonia pudiera dejar atrás la Ley Marcial de forma tranquila fue en parte gracias al Papa y a su llamado a la moderación… Era un adversario, pero paradójicamente, también un aliado porque llamaba a Solidaridad a no escoger la vía radical. Ha sido con el paso del tiempo cuando he podido apreciar la gran figura que representó”.
Como miembro de la especie humana siento mucha alegría por los polacos, por el horror, los muertos, la destrucción, los sufrimientos que se ahorraron al lograr una salida convenida.
Jaruzelski murió de viejo, nunca respondió por los crímenes que cometió. Eso me produce una dosis de frustración y de impotencia. Pero el primer sentimiento es mucho más fuerte que el segundo.
Los polacos sacrificaron un poco de justicia en favor de la paz, el bienestar y la felicidad del pueblo. La valoración ética que hicieron de las prioridades es incuestionable.
@pedropabloFR
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