![]() |
Mercedes Malave |
Querido por todos, Mario Briceño Iragorry prevenía del mayor peligro moral que, paradójicamente, no será advertido por ningún líder popular de la Venezuela actual, y por ello no será citado. Me refiero a su ensayo sobre la “crisis de la caridad”, donde aclara en primer lugar que no se refiere a la “caridad fungible y dadivosa” con la que se piensa a veces resolver el problema del hambre y las medicinas, fundando ese “salvoconducto que, a costa de cortos dineros, procuran lucir ante la sociedad pacata quienes se sienten responsables por actos tenebrosos”.
Se refería, stricto sensu, al ejercicio de la virtud contraria al odio: “Caridad es amor. Caridad es Cristo frente a Barrabas”. Y explica Valmore Muñoz a quiénes debemos profesar amor: “Barrabás es todo aquello contrario a los más altos valores de la humanidad y la cultura, Barrabás es todo aquello que atenta contra el hombre en todos los órdenes posibles, Barrabás es todo lo contrario a Cristo, y si Cristo es quien sirve a los pobres, a los humildes, a los necesitados, a los despojados, a los marginados; entonces se hace más que evidente quiénes tienen la desdicha de encarnar a Barrabás”.
El pueblo está bravo
5 de julio de 1987. Eduardo Fernández se dirige al Congreso de la República: “El pueblo está bravo: no nos equivoquemos en el diagnóstico; no se trata de un fenómeno que podemos desestimar. El pueblo está bravo: No nos equivoquemos en el tratamiento; vayamos al encuentro de su protesta con la voluntad decidida a producir, de una manera incruenta, los cambios que son indispensables”.
5 años después la bravuconería perpetró su asalto al palacio presidencial. El mayor contrincante de Pérez, que había advertido el estado de ánimo del pueblo, hubiese podido haber dicho: “yo se los dije: el pueblo está bravo. Ahí tienen su merecido: ésta me la cobro yo”. Pero no fue así: en la misma madrugada del 4F salió a condenar el golpe, respaldar a Pérez su rival, y recordar al bravo pueblo que los problemas se resuelven con votos y no con balas.
Altas exigencias impone el ejercicio de la caridad en política; tan ardua como necesaria: “el único muro capaz de detener los aires embravecidos de la catástrofe social”; es la clave de los grandes consensos humanos; es la fuerza que “anima y enrumba la marcha de la sociedad”. Por eso, Briceño Iragorry no duda en calificarla como virtud antimarxista por excelencia. El ejercicio del amor virtuoso se opone a la dialéctica de la confrontación; la caridad es la antítesis de la lucha de clases, de sexos, de religiones. Es, además, un mandamiento. El amor es lo único que se puede mandar porque Dios es la fuente del amor. No se me puede obligar a pensar, vestir y opinar de una manera, pero a ejercer la caridad con el otro sí, porque es caridad o destrucción, caridad o descomposición...
Virtud antimarxista
“Virtud antimarxista que no ejercitan ni piensan ejercitar los profesionales del antimarxismo”. Nuestro venezolano advierte la paradoja del espejo: “Hay que ver cómo una gran mayoría de quienes atacan las fórmulas de Marx son esencialmente marxistas equivocados (…) profesan el odio como elemento constructivo”. Odio político, odio en la calle, odio en el discurso: ¿Es así como se piensa combatir la ideología del odio? Sudor, angustia, ansiedad, impotencia, rabia. Por eso hay que armar un zaperoco: librarse de gases tóxicos del organismo para contaminar aún más el clima político.
Justificar y promover el odio y la violencia sobre los padecimientos de los venezolanos, no puede ser una manera de oponerse a quienes causaron la peor tragedia humana después de la guerra federal. Hay quienes dicen que estamos en guerra, pero no son aquellos que viven en sectores altamente expuestos a la violencia, que usan perreras para trasladarse, que conocen el impacto de una granada fragmentaria, que van a los hospitales y presencian los ataques del FAES en sus calles. Esos no quieren una guerra: imploran a Dios y a los santos que no haya guerra. Algo intuyen de lo que es la guerra. Los términos ofensiva, invasión, injerencia, atentado, golpe, asesino, usurpador, escuadrón, milicia, militar son el paupérrimo léxico político de nuestros días, cargados de virulencia marxista.
No se trata de acudir a terceras vías sino de un viraje existencial apelando al sentimiento genuino y nacionalista de hombres y mujeres que hoy militan en causas y polos opuestos pero que todavía conservan un mínimo de patriotismo como para advertir que aquel venezolano, venezolano de todos, nos previene con premura de un suicidio colectivo. Aquel que “por haber penetrado apasionadamente en la entraña de nuestro destino histórico”, nos sigue iluminando y librándonos del instinto fatal.
mmmalave@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario