1945. Acción Democrática reunida en un mitin el 13 de septiembre, pidió al presidente Medina que entregara el poder a un presidente interino que convocara elecciones libres y democráticas. Al mismo tiempo, la alta dirigencia adeca conspiraba con algunos oficiales superiores y militares subalternos para derrocar a Medina mediante un golpe de estado. EL 19 de octubre Medina Angarita entregó el poder a los mayores Marcos Pérez Jiménez y Julio César Vargas. La Junta Revolucionaria de Gobierno la presidía Rómulo Betancourt. Los adecos tenían mayoría en esa junta: Betancourt, Leoni, Gonzalo Barrios y Luis Beltrán Prieto Figueroa. Los demás integrantes eran dos militares y un independientes. Acción Democrática había logrado su objetivo: asaltar el poder mediante una conjura cívico-militar.
Aunque Rafael Caldera reconoció en su libro “Los Causahabientes” que los socialcristianos vieron con simpatía los ideales legítimos de la Revolución de Octubre, como lo eran el sufragio universal sin restricciones, elecciones limpias, alternabilidad, reforma agraria, organizaciones sindicales, entre otras, el deslinde no tardó en producirse. Afirma Caldera que “el partido Acción Democrática se embriagó con el triunfo y se enfermó de un sectarismo militante. Cuando los que empezamos a organizar partidos de oposición salíamos a las calles a convocar a las masas, nos encontrábamos frecuentemente con brigadas adecas decididas a impedir por la fuerza el ejercicio de nuestros derechos”. En la Asamblea Constituyente convocada por elecciones directas, AD obtuvo ochenta por ciento de los legisladores. Los diputados de COPEI, URD y PCV tuvieron que enfrentarse con una mayoría agresiva “que se consideraba dueña del país”: “Nuestra oposición frente a un partido que tenía el control de la Fuerza Armada y mayoría aplastante entre empresarios y trabajadores, entre profesores y estudiantes, entre campesinos y obreros, era en cierto modo temeraria. Era al menos un acto de fe: fe en Venezuela, fe en los venezolanos, fe en la democracia”.
Nuestra alternativa
Frente al espíritu sectario y antidemocrático de militares y socialistas, los socialcristianos emergen como una alternativa de centro, independiente y electoral. Las acciones son libres pero no podemos librarnos de sus consecuencias: acechado por sendas sectas de militares y adecos, el propio Rómulo Gallegos reconoció ante Rafael Caldera: “quizás no esté lejano el día que Usted y yo nos encontremos en el exilio” augurando el golpe militar contra su persona. La gran revolución de octubre vociferada por los adecos duró tres años. Diez años de dictadura militar le aguardaban nuevamente a Venezuela.
Las equivalencias con la situación actual de la política venezolana saltan a la vista. Mientras el curso de la política no se oriente por un camino de paz, reconocimiento y comprensión, resultará imposible reconstruir el sistema democrático y recuperar la gobernabilidad de un país devastado por la corrupción, la violencia y la destrucción de su aparato productivo. Frente a las alternativas ideológicas que plantean el militarismo-castrista y el socialismo, resulta imperioso el mensaje de la democracia cristiana con sus planteamientos ideológicos independientes, no sectarios, pacíficos, no violentos, civiles, no militares ni de conjuras cívico-militares, y nacionalista (sin favorecer ningún tipo de injerencia extranjera).
El camino que marcaron los fundadores de COPEI es nítido y goza de una vigencia conmovedora. Se trata de construir una alternativa a la confrontación, al sectarismo, al pensamiento único, a la división. Tenemos la urgente tarea de buscar la unidad nacional en la construcción de un frente democrático, plural y electoral, que ofrezca a los venezolanos una alternativa de consenso y negociación para disminuir el impacto de las sanciones económicas en la población, trabajar por los más necesitados, contribuir al desarrollo de la paz y la gobernabilidad, no a la guerra.
Por eso, los dirigentes del partido socialcristiano COPEI están trabajando en la refundación de nuestra organización política, en cada uno de sus cuadros municipales y parroquiales; acompañando al ciudadano en la protesta y en la defensa de la Asamblea Nacional electa por la mayoría de los venezolanos, sin abandonar el trabajo de recomponer la fuerza electoral minada y mermada por la vocación totalitaria de la secta militar y por la conducta abstencionista de partidos socialistas y ultra-radicales. No acompañamos propuestas de invasión, ni de golpes, ni de aventuras que generarían un saldo mayor de muertes y violencia. A los venezolanos les pedimos un voto de confianza en los valores y principios que profesamos: son 20 años de fracaso en la dinámica confrontacional entre el gobierno militar y la oposición democrática. Debemos ser protagonistas de una unidad constructiva de signo radicalmente opuesto al odio. Y la virtud opuesta al odio es la caridad.
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