Es obvio que no estamos en primavera. No es hora de cosechar sino de sembrar. Es prematuro pedirle flores a un partido desecho. La tarea de la refundación pasa por entender que COPEI es una organización que pereció, pero que aún tenemos tierra fértil para volver a echar la semilla de un movimiento al servicio de la persona y del bien común, de los valores del humanismo cristiano, de la verdad del hombre, de la sociedad, de la familia, de la justicia y de la paz
Escribo estas líneas con el ánimo sollozante que parece predominar hoy en el espíritu de los venezolanos, más que el entusiasmo ante unas inminentes elecciones regionales. El 30 de julio pasado se anunció la condena de muerte a la Asamblea Nacional, y con ella a la soberanía popular. Si desde hace años venimos escuchando que la vía electoral es insuficiente para alcanzar el cambio político impostergable, ahora con mayor motivo debemos mirar hacia otras alternativas porque ni la democracia, ni mucho menos la política, se reducen a eventos de escrutinio. Cuando pensamos en qué otras alternativas políticas tenemos, la impotencia parece invadirnos; a menos que volvamos la mirada al hombre, no a las circunstancias, a su libertad, a su capacidad de servir y amar al prójimo en cualquier situación que se le presente.
IMPOTENCIA
Querer mas no poder. Terrible condición es la impotencia. Energía constreñida, vitalidad suspendida. La inaccesibilidad del poder es la circunstancia más contraria a la política que podamos imaginar. De ahí viene la fama negativa de que el político es aquel que sólo aspira a cargos. La política sin el objetivo del poder es carrera estéril.
Pero es bueno preguntarse ¿en qué consiste la impotencia que sentimos? El Papa Francisco ha recordado que la política es la forma más excelsa de la caridad, después del amor a Dios, porque consiste en amar y procurar el bien común que está por encima del bien particular. Y Jesucristo nos dio una clara definición de caridad cuando dijo: “nadie tiene amor mayor que aquel que da la vida por sus amigos”. Caridad es dar la vida por los demás, servir olvidándose de sí mismo.
La impotencia que sentimos ¿es por el afán de servir a los demás y no tener el poder suficiente para hacerlo, o es simplemente afán de servirnos más a nosotros mismos a costa del poder? La respuesta no es tan oculta como parece. El que desea servirse de la política se reconoce fácilmente porque con sus obras no construye, destruye; y es capaz de destruir una nación. Los ejemplos están al alcance de la mano ¿No llegó Venezuela a este estado deplorable, en parte, por la destrucción moral de los políticos?
GRANO DE TRIGO
Jesucristo también nos dejó enseñanzas elocuentes con ejemplos sacados de las faenas del campo: si el grano de trigo no muere permanecerá infecundo, pero si muere dará fruto abundante. Más allá del ejemplo gráfico y asequible a personas de poca cultura, las enseñanzas de Jesucristo basadas en la faenas del campo nos recuerdan que nosotros formamos parte del cosmos, que estamos sujetos a un orden, a unas leyes y a unas dinámicas que nos trascienden y que, querámoslo o no, definirán el éxito o fracaso de nuestras decisiones. Se puede ser arbitrario y errático en el uso de la libertad, pero no se pueden alterar arbitrariamente los resultados o consecuencias de nuestros yerros, imprudencias o precipitaciones.
Pero hay otra enseñanza más profunda en estas advertencias del Maestro: el grano de trigo debe enterrarse y debe morir, si no el fruto no vendrá. Esta doctrina va dirigida a todos aquellos que pretenden dejar un legado fructífero. Por eso mismo atañen al político y lo señalan como primer destinatario de este consejo. Morir para vivir. Enterrar todo egoísmo y personalismo como condición para dar fruto abundante.
Gandhi, Mandela, Walesa, no resolvieron todos los problemas de sus respectivos países. Es conocido el desastroso gobierno de Walesa, y hoy en día el partido de Mandela no es ni la sombra de lo que fue su líder fundador. Sin embargo, ellos han sido hombres grandes porque murieron a sus proyectos y a sus ideas personales, a sus modos de hacer las cosas, y supieron someterse a un orden de valores y principios más elevado, a la verdad, y a ella rindieron obediencia muriendo a sí mismos. Allá quienes no supieron seguir o descifrar el espíritu de su verdadero legado.
PRIMAVERA
En los países que tienen cuatro estaciones las flores de la primavera se siembran en invierno. Se entierran los bulbos y ellos comienzan a crecer. Primero crecen para adentro, echan raíces y al pasar de los meses salen de la tierra y florecen de manera deslumbrante. Las flores sorprenden al turista pero no al sembrador: es el fruto de su trabajo, es la consecuencia clara de sus acciones prudentemente ejecutadas en el lugar y momento oportuno.
Para que haya flores en primavera hacen falta dos cosas: que los bulbos hayan germinado y que las condiciones climáticas sean favorables.
Esa sabiduría humana que permite adelantarse, prever los tiempos, saber esperar, comprender lo que toca hacer en cada temporada, es lo que debemos hacer en política porque la política tiene mucho de oficio, de acción acertada, de prudencia, de correcta lectura de la realidad y del momento histórico. Esperar flores en enero es manifestación de impaciencia. Y esperar flores en primavera, cuando no se ha sembrado, es manifestación de vagancia.
CONCLUSIÓN
La vertiginosidad de la información, los mensajes de whattapp y el uso de las redes sociales obligan a ser breves en las consideraciones y mensajes que emitimos. La conclusión de estas líneas apunta hacia dos direcciones. La primera atañe al hombre, la segunda al tiempo que vivimos. En cuanto al hombre, al político, es clara la necesidad que tiene el país de una nueva clase política dispuesta a sacrificar sus proyectos personales por el interés nacional. El país requiere una fuerza política de signo contrario al egoísmo, y no sólo al socialismo. Plantear el diagnóstico en términos economicistas o ideológicos de izquierda y de derecha es insuficiente. El signo contrario a lo que tenemos hoy debemos formularlo en el terreno moral y no sólo en el ideológico; en la integridad personal, no en el modelo económico. Sólo personas rectas pueden enderezar la economía nacional y sacar a Venezuela de la bancarrota, como pudieron hacerlo los padres de la Unión Europea después de la terrible guerra. Sin rectitud moral no hay rectificación posible: quiera Dios que nos grabemos a fondo esta idea en las intenciones y en la conciencia.
La segunda conclusión está relacionada con el tiempo que vivimos. Es obvio que no estamos en primavera. No es hora de cosechar sino de sembrar. Es prematuro pedirle flores a un partido desecho. La tarea de la refundación pasa por entender que COPEI es una organización que pereció, pero que aún tenemos tierra fértil para volver a echar la semilla de un movimiento al servicio de la persona y del bien común, de los valores del humanismo cristiano, de la verdad del hombre, de la sociedad, de la familia, de la justicia y de la paz.
La tarea que tenemos por delante consiste en sembrar, abrir la tierra, echar la semilla de nuevo y esperar el fruto. Hay que hablar de valores, de ética, de los motivos que nos movieron a hacer política. Familiarizarnos con los mensajes del Santo Padre y difundirlos. Promover foros, debates, cine foros sobre la democracia cristiana y la vocación del político. Mientras las calles se llenan de jóvenes protestando, las aulas se vacían: luego no podemos quejarnos de las consecuencias que ello traerá en las futuras generaciones políticas. Nosotros tenemos que ir por delante en la batalla de dar formación y capacitación a los futuros líderes políticos del país; si no, habremos fracasado. Estoy segura de que muchos jóvenes atenderán al llamado de llenar de contenido, de ideales, su vocación política. Lo poco que hagamos nos será bien recompensado por Dios y por la Patria.
Mercedes Malavé
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